Quién le hizo el amor aquella calurosa noche de agosto

A finales de los años setenta y principios de los ochenta, se iniciaba entre los jóvenes de la época el fenómeno denominado el botellón. Algunos, a nivel local,  lo llamábamos “ginebrá” y otros “la beba”, lo cierto es que cientos de jóvenes se daban cita en los aledaños de la estación de tren para disfrutar de la noche del sábado. Algún tiempo después se trasladó a la Plaza del Vendimiador, años más tarde al Parque de las Mercedes y por último en el actual recinto ferial.



Hace unos años, una joven que asistía a una de estas fiestas  tuvo una experiencia que, por la forma de contármelo, me atrevo a asegurar que  no la olvidará jamás.

Era una de esas calurosas noches del estío Almendralejense y los jóvenes se habían dado cita como tantos sábados en el Parque de las Mercedes. Con sus bolsas a cuestas, habían tomado posiciones en la escalera de acceso y colocado su improvisado y  particular  parcela de diversión.

Estando en ello, se les acerco un hombre de mediana edad. Portaba una botella de J&B reserva de 12 años, y al parecer conocía a una de los chavales de la reunión. Este hombre, que llamaremos “J”, no dejó de mirar ni un solo segundo las largas y llamativas   piernas de la una de las chicas. Esta a su vez se sintió atraída por el hombre maduro. La chica, que llamaremos “K”, no perdía detalle de la llamativa  barba de tres días de este extraño, de la extensa y a la vez canosa  coleta, y la voz profunda y fuerte del hombre, que daba firmeza  a cualquiera de las conversaciones que mantenían.

La chica se le acercó y, de forma insinuante, le pidió si la podía acercar a casa. Mientras lo expresaba, se rozaba sugerentemente los labios con el dedo pulgar. Al mismo tiempo,  le decía sin apartar sus ojos  de los de él, que se había dejado la barra de labios -rojo intenso- en la habitación de su dormitorio. El hombre, ávido de deseo,  sacó las llaves de su vehículo -un llamativo deportivo de la época- e instó a la joven a que le siguiera.

Una vez en el vehículo, la joven le propuso primero que dieran una vuelta por el camino de “Los Malosvino”, anexo al parque de las Mercedes. A un par de kilómetros de la ciudad, pararon. Ella aproximó lentamente sus labios a los labios del  varón y lo beso con ardor y pasión inusitada. El hombre reaccionó, acariciando cada una de las partes del joven cuerpo de la chica. Tras hacer intensamente el  amor a la luz de la luna del mes de  agosto, el hombre salió del vehículo. Era,  como si necesitara respirar tras el esfuerzo realizado.

Al cabo de unos minutos, y al ver que tardaba en volver,  la joven, preocupada, empezó a llamarlo sin obtener respuesta. Decidió salir del coche y, al llegar a la parte trasera del vehículo, encontró al individuo con una fuerte traumatismo en la cabeza y  bañado en un charco de su propia sangre. 

Aterrorizada, empezó a gritar y pedir ayuda, pero  la inmensidad de la noche apagaba su desconsuelo. Estaba sola frente a la víctima. Un fuerte dolor en el pecho se apodero de ella y calló desmayada al suelo.

Al despertar, todos sus amigos estaban alrededor de ella en la escalera del parque de las Mercedes intentando reanimarla . Al parecer- le comentaron- había sufrido un desmayo, quizás debido al calor sofocante de la noche unido a la ingesta de alcohol. Ella, agobiada, preguntó por el hombre que la acompañó a su casa. Los compañeros extrañados, le expresaron que ella no se había movido del lugar en ningún momento.

Al llegar a casa, y con el miedo aún a flor de piel por lo ocurrido, entró  en su habitación y se desnudó.  Mientas mentalmente empezaba a asumir que lo ocurrido era por efectos del alcohol, procedió a vaciar el contenido del bolso en la colcha de la cama. Entre sus enseres  encontró una vieja cartera . Era la de J, con sus documentos, DNI y carné de conducir además de 10000 pesetas. Aquella noche no pudo conciliar el sueño.

Al lunes siguiente decidió entregar la cartera en la comisaría de policía . Allí le preguntaron que donde la había encontrado. Ella –para no ser tomada por loca – comentó que  en un parque de la ciudad. El policía, tras agradecer el gesto de la chica- procedió a introducir  los datos del DNI en el ordenador . Descubriendo que el propietario de la cartera había fallecido cinco  años atrás. Así, según marca la ley, decidieron  entregar en propiedad la cartera de J.


Nuestra amiga, está actualmente casada, tiene un hijo de 15 años y no pasa un solo día sin preguntarse cómo llegó aquella cartera a su bolso y quién fue aquel desconocido que la amó aquella calurosa noche de agosto.

PINCHA AQUI PARA ESCUCHAR EL AUDIO


 
Fdo: Fernando Sierra Elías

Comentarios

Entradas populares