martes, 29 de julio de 2014

Tierna despedida desde el más allá

Aquel verano de 2008 María decidió interponer  demanda de separación a, Bernardo, su marido.  Lo que antes fue un matrimonio feliz, ahora se había convertido en un cúmulo de   adversidades imposibles de superar. Viendo que las soluciones que podían ser  viables se acabaron, decidieron  cesar su convivencia e iniciar los tramites de separación.

Los últimos años habían  sido complicados para Bernardo, la construcción ya no era el sector que antes aportaba grandes ingresos a la familia y el sueldo de ella , cajera en un conocido supermercado de Almendralejo, no alcanzaba para todos los gastos del hogar. Creo que en esta ocasión se puede aplicar aquello que  dice “Cuando la pobreza entra por la puerta el amor sale por la ventana”.

María se fue a vivir con los padres mientras que él se quedó en el domicilio conyugal.


En el mes de agosto María dispuso de su mes de vacaciones, así que tras meses de malas sensaciones matrimoniales decidió “arroparse la cabeza” y darse el lujo de una merecidas vacaciones con su hija de 17 años, Isabel. Los padres de ella también aportaron parte de su pensión para que su hija y su nieta pudieran disfrutar de unos días de descanso y olvidar las malas sensaciones vividas.

Madre e hija madrugaron mucho aquel sofocante día. La jornada se presumía calurosa y el vehículo no tenía aire acondicionado. Así, tras introducir las maletas en el viejo Seat Panda, iniciaron viaje dirección a Huelva .

Sobre las 9 de la mañana llegaban a El Ronquillo y decidieron parar a desayunar unos churros con café y zumo de naranja. Después Maria encendió su cigarrillo rubio con cierta parsimonia,  saboreó unas caladas, y miró al horizonte intentando rememorar algunos buenos recuerdos de su vida. El aplastar la colilla contra el viejo cenicero de cristal oscuro fue como el punto de inflexión para continuar con el viaje.

Después reiniciaron el camino. A unos kilómetros de Sevilla, a la altura de la Media Fanega y sobre las 9 y media de la mañana,  vieron una figura en el arcén de la carretera. Parecía que era Bernardo su ex-marido y padre de Isabel, pero era imposible. Al pasar a su altura, con gesto triste  les saludó con la mano derecha, y enseguida lo perdieron por el espejo retrovisor. Ambas pensaron que era una visión y, hasta llegar a la playa de Mazagón, no se dijeron nada la una a la otra.

Al entrar en la recepción del  hostal se miraron intentando interpelarse para verificar  si era cierto lo que habían visto en la media Fanega o, por el contrario, era fruto de una alucinación doble debido al calor sofocante de la carretera. Lo cierto es que ninguna le quiso decir nada a  la otra. Así, mientras Maria entregaba la documentación al recepcionista , Isabel contemplaba la vieja carretera a través del ventanal del hostal. Al fondo de las mismas se podía observar  la inmensidad del océano, que le hacia henchirse de gozo y al mismo tiempo de ansiedad y nostalgia.

Tras subir a la habitación y colocar las maletas en la entradita,  llamaron desde el teléfono del hostal a casa de los padres para indicarle que habían llegado bien. La hija descolgó el auricular y marcó lentamente el número de la casa de sus abuelos. Fue su abuela la que atendió la llamada entre sollozos. Asustada, a la vez que extrañada, Isabel preguntó qué ocurría. La abuela contestó que su padre había sufrido un infarto esa madrugada y que sobre las 9:30 horas – la misma hora que creyeron verlo en el arcén cerca de Sevilla- había fallecido en el hospital de Mérida.

Bernardo quiso despedirse de ellas  para siempre antes de irse al mas allá. Quién sabe, quizás el sentimiento de culpa por el trato ejercido hacia su mujer e hija  motivó que su alma desdichada volara hacia los ojos de María e Isabel, hacia aquella curva pedregosa de la media fanega, para dar su último adiós.


 Aquel día fue el inicio de las vacaciones más cortas y tristes de sus vidas.     

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Fdo: Fernando Sierra Elías

viernes, 11 de julio de 2014

El asesinato de la finca de los Estiles

El 23 de junio de 1992, aparecía en el DOE – Diario Oficial de Extremadura- la licitación de la obra del centro de tratamiento de residuos sólidos urbanos de Mérida  y la Planta de Transferencia de Almendralejo. Unos meses más tarde,  nuestra ciudad dejaba de depositar los residuos en la finca de LOS ESTILES, cerca de Aceuchal, y se disipaba así  un secreto que, conjuntamente con montones de bolsas de basura, quedaría en el más absoluto ostracismo hasta hoy.

Muy  pocos saben que a finales de los años 80 ocurrió un luctuoso hecho en nuestra hermosa ciudad que, en gran medida, tiene que ver con Los Estiles.

Imagen actual de LOS ESTILES

Como viene sucediendo  todos los años en época de vendimia,  Almendralejo se llena de temporeros venidos de todas partes , nacionales y extranjeros, cuestión esta conocida por todos.

Una de esas familias, llegó y  se instaló en nuestra ciudad a mediados de los 80. El marido era alto, apuesto y con fuertes brazos para la época de recolección. Un rudo trabajador que, por termino medio, era de los primeros en ser contratado cuando los empresarios del sector se daban cita en la plaza del Mercado, lugar de encuentro de muchos temporeros de la época.

Su esposa  era una hermosísima mujer de tez caucásica, con unas insinuantes y  sugerentes curvas que llamaban la atención allá por donde paseara.

Uno de los hijos del agricultor que contrató en varias ocasiones a su marido, puso los ojos en ella desde el principio. El joven se insinuaba e  insistía una y otra vez hasta que la hermosa mujer  accedió a sus ardientes  deseos. Por una parte, ella temía que de no acceder a las pretensiones,  su marido podría perder el trabajo. Pero por otro, el encanto seductor del apuesto joven también hizo mella en la hermosa dama.

El adolescente sabía perfectamente qué días y horas visitar a su amante.  No en vano, al ser su padre el contratista,  conocía a la perfección la ubicación de los trabajadores en la recolección de cada día.

Aquella mañana  del mes de  septiembre, volvió a visitar a su amante. En el delirio y  el furor carnal no se percató de que la lluvia había empezado a caer con insistencia en  la ciudad . Esta situación motivó que dejaran el tajo hasta el día siguiente, llegando el marido antes de lo previsto a casa y encontrando a los amantes en pleno juego amatorio.

Con rabia inusitada, arrojó a empujones al joven de la casa, y con la propia navaja de vendimiar le asestó un profundo corte en la garganta a su infiel esposa. El corte era tan preciso que seccionó las cuerdas vocales, lo que impedía pedir socorro a la mujer, que lentamente se fue apagando y  desangrando. Aún con un hilo de vida, el sombrío marido tuvo la sangre fría de taparle  la boca y con bridas negras atar sus pies y sus manos.


A eso de la media tarde cogió el cuerpo-ya inerte- y lo arrojó al contenedor de basuras más próximo. Posteriormente, esperó a que llegara la noche escondido tras el visillo de la ventana de la casa.

Cuando llego el camión,  observó con gesto serio cómo se elevaba el contenedor y se desplomaba todo el contenido sobre las fauces del camión. Después, con sadismo contenido, escuchó cómo el compresor del camión devoraba a su mujer, mientras la rotura de los huesos del ya cadáver,  se mezclaba con otras inmundicias sin valor.

Tras pasar por varias calles, los trabajadores municipales llevaron el contenido –como tantas noches- a la finca de Los Estiles- sin que en ningún momento se les pasara por su cabeza el macabro contenido del vehículo.

El asesino dejó el trabajo y  se marchó de Almendralejo. Nunca más se supo de él,  ni de esta macabra historia.

Hasta hoy . El otro día yendo a realizar unas fotos del lugar para una noticia que estaba redactando por mi  trabajo y  a eso de la media tarde se me acercó por el camino una señora un tanto descuidada. Le pregunte si deseaba algo. Ella me contó esta macabra historia  y después  con gesto desorientado levantó su brazo derecho y con el dedo índice me apunto hacia una de las montañas de basuras que aún existen en el lugar. Después sentenció: “TRAS AQUELLA LADERA ESTÁ MI CADÁVER... BÚSCAME” . Cuando me di la vuelta, la señora había desaparecido.


Parece ser que no he sido el único en encontrar a este desdichado ser. Otros ciudadanos comentan haberla visto deambular por la zona. Parece una temporera , pero realmente es el cadavérico fantasma de lo que otrora fuera una hermosísima mujer de tez caucásica, ojos verdes y cabellos dorados.

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Fdo. Fernando Sierra Elías