jueves, 24 de noviembre de 2016

Leyenda del conventual y su pasadizo secreto

El año 1640 es la fecha que se maneja sobre el inicio de la guerra que Portugal sostuvo contra la Corona española. Los frailes procedentes de las zonas fronterizas se trasladaron a Almendralejo con la intención de fundar un convento.

Los franciscanos consiguieron a 3 patronos que fueron los que aportaron la cuantía económica con la que sufragaron la fábrica y mantenimiento de la comunidad, firmando las capitulaciones de su fundación en 1656 y construyéndose el convento de San Antonio en 1785

Con la guerra de la Independencia, los frailes son expulsados y el convento es convertido en cuartel militar. 

La Guerra de la Independencia Española fue un conflicto bélico desarrollado entre 1808 y 1814 dentro del contexto de las Guerras Napoleónicas que enfrentó a las potencias aliadas de España , Reino Unido y Portugal contra el Primer Imperio Francés, cuyo interés era el de instalar en el trono español al hermano de Napoleón, José Bonaparte.

De este periodo data la historia que ahora os relatamos.

Foto de 1895 cedida por: Almendralejoenfotos.blogspot.com

Cuenta la leyenda que existía un pasadizo secreto que conectaba el convento con otras dependencias externas al mismo. Las malas lenguas apuntaban que eran utilizadas por los monjes de la época para conectarse carnalmente con las monjas de un convento cercano, pero eso es falso. La realidad es que ese pasadizo sí existió, pero se construyó como posible vía de escape ante una emergencia una vez que el convento se convirtió en cuartel militar.

Dentro de este contexto bélico, llegó a Almendralejo un militar francés de alta graduación que fijó sus aposentos en el hoy convento de San Antonio. Este militar conoció a una hermosa mujer de Almendralejo, de la cual quedó perdidamente enamorado. La mujer era de descendencia portuguesa y española, ya que su madre era de origen luso y su padre de Almendralejo. Evidentemente y de forma ideológica eran antagónicos, pero entre ellos surgió un fuerte vínculo pasional que les hacía mantener fugaces encuentros a la salida del pasadizo secreto donde hoy están los actuales Jardines de Santa Clara. Dicen que al amor es más fuerte que la ideologías políticas.

Tras varios meses de citas pasionales, la joven quedó embarazada y nunca le quiso decir a su progenitor quién era el padre de la criatura que esperaba. El tosco almendralejense supo de los encuentros con el capitán francés e imaginó, por deducción, quién podría ser el padre del vástago que esperaba su hija. Así, tras espiar a su hija y ver la ubicación de la entrada secreta, decidió utilizarla para vengarse del gabacho francés. Primero por principios ideológicos y segundo por lo que él consideraba una ofenda a su primogénita.

Para ello urdió un plan que pondría en marcha con el apoyo de varios vecinos. Así entrarían por el acceso de los jardines y una vez en el convento acabarían con la vida del capital para volver de nuevo por ese pasadizo como si nada hubiera ocurrido. Deseaban que la acción se convirtiera en un crimen perfecto. Lo que no contaba el padre era con la avidez de la hija que una vez enterada de los planes fue rápidamente a avisar a su amor prohibido, entrando por el pasadizo que usaban para sus furtivos encuentros. Con una tea avanzó a duras penas debido de su avanzado estado de gestación por los sinuosos vericuetos de tierra. 

Dicen que las casualidades se dan cita cuando la muerte acecha. Lo cierto es que ese mismo día el capital mandó sellar tanto la entrada como la salida porque alguien fiel a su causa le había comentado las intenciones que se estaban organizando en contra de su persona. La mala suerte se alió con al joven, quedando esta en el interior del pasadizo sin poder salir por ninguno de los dos accesos. Nunca más se supo de ella. El capitán marchó al día siguiente a un nuevo destino en Burgos y ella quedó en el más absoluto de los olvidos. 

En el año 1991 y a través de la primera escuela taller de Almendralejo, se puso en marcha un ambicioso proyecto que contemplaba la restauración y remodelación de lo que hoy conocemos como conventual de San Antonio. Hay rumores de que en el transcurso de las obras hallaron ese pasadizo y que solo unos pocos bajaron atraídos por la curiosidad. También cuentan que regresaron aterrorizados y que lo volvieron a sellar la entrada haciendo entre todos un pacto de silencio. Uno de aquellos trabajadores se atrevió recientemente a hablarme de lo sucedido. Me comentó con voz temblorosa que lo que encontraron aquel día fue el cadáver de una mujer con un niño en los brazos en una posición parecida a cuando una madre le da el pecho a su hijo recién nacido. . 

No sé si será falsa o verdadera esta historia. Lo que sí es cierto es que cuando llega el solsticio de invierno se oye el llanto de un bebé en el subsuelo del convento. Un llanto que pertenece al bebé que sigue perdido por el pasadizo secreto del conventual de San Antonio.

                                                                                                                                 Versión de la leyenda de: Fernando Sierra Elías

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domingo, 30 de octubre de 2016

Presagios y pesadillas

¿Alguna vez habéis tenido una terrible pesadilla tan real, tan real que al despertarte no sabes si ha ocurrido o no? Pues bien, algo parecido me ocurrió hace un par de meses.

Dicen que todos soñamos varias veces en el transcurso de la noche una vez que entramos en la fase REM. Unas veces recordamos, otras no. Lo cierto es que el destino quiso que esa noche una terrible pesadilla atormentara todo mi ser. Mi visión era la siguiente: Sobre un acantilado con tormenta de fondo merodeaba mi gran amigo FIDEL. Le llamé la atención en un par de ocasiones como intentando advertirle del peligro subyacente en la zona rocosa. Él solo reía y jugaba haciendo ademanes  como si se fuera a caer. En un momento del sueño, Fidel resbala. Mientras yo intento atraparle suspendiéndolo de mi mano derecha, con la mano izquierda me sujeto a unos escapados picos rocosos. Él me suplica que le ayude y que no lo deje caer. Cuando sus manos empiezan a resbalar de las mías, el miedo se apodera de ambos. Los ojos vidriosos de mi amigo  anuncian la necrología de una muerte inevitable.  Fidel resbala y, mientras cae, un grito ensordecedor hace que me despierte de la pesadilla. Veo el despertador y el display digital marcaba las  5 de la madrugada.



Tome un vaso de agua e intenté conciliar de nuevo el sueño. Al despertarme a la mañana siguiente y minutos antes de afeitarme, le envié un mensaje a Fidel. Le conté la pesadilla que había tenido durante la noche, le comenté lo real que había sido y le pregunté cómo se encontraba. Fidel me respondió que estaba muy bien y  que agradecía mi llamada, después se despedía con unos emoticonos sonrientes. Le dije que eso me tranquilizaba y le emplacé al mediodía para tomarnos un par de cervezas a la salida del trabajo. Fidel respondió con un: “Hecho, nos vemos”.

Tras afeitarme y asearme, me marché al trabajo. Tomé mi café matutino antes de entrar a trabajar y me quedé mirando un ratito los mensajes que minutos antes había enviado,  mientras que una sonrisa aparecía por la comisura de mis labios, denotando cierto humor por lo absurdo de la situación. Como si me diera cuenta de que había sido solo un sueño y nada más.

Al llegar a la radio, sobre la mesa de mi despacho había una nota de prensa de la policía. En la misma se anunciaba que un joven, del que solo aportan  las iniciales,  se había suicidado esa madrugada arrojándose desde el séptimo piso del bloque donde vivía. Según los datos aportados por  la policía, todo apuntaba a que los hechos acontecieron sobre las 5 de la madrugada, hora que coincidía con mi pesadilla. La primera de las iniciales era una F., pero evidentemente no podía ser Fidel, yo había hablado con él esa mañana.

Pensé que sería mucha casualidad, además tenía los mensajes. Así que no podía ser más que una broma del destino. Indagué antes de entrar en antena y me confirmaron que efectivamente el fallecido se llamaba Fidel.


Intuitivamente cogí el móvil, me fui a los mensajes de esa mañana. Observé ante la incredulidad de mis ojos cómo los mensajes se iban desvaneciendo ante mi aturdida mirada, mientras aparecía otro que decía: “Nos vemos pronto viejo amigo”.

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