miércoles, 29 de octubre de 2014

De cómo viví mi propia muerte

Esta mañana, puntual a la cita, ha sonado un día más el despertador de mi teléfono móvil. Al despertarme y tras levantare de la cama he sentido una impresión diferente a la de otros días. Es similar a esa sensación que uno nota como cuando has soñado algo desagradable pero no recuerdas qué es y al final te quedas con esa mala sensación en el fondo del alma, durante todo el día . Intenté recordar alguna de las pesadillas, pero no tuve éxito.

Al levantarme de la cama he sentido vértigos, algo así como si mi lugar de descanso no se separara de mi piel. ¿Raro, Verdad?, mi esposa se había levantado con anterioridad, quiero recordar que esa mañana tenia cita con su doctor de familia en el centro de salud.

Con cierta parsimonia y con una rara impresión, he encaminado mis pasos hacia el cuarto de baño, me he aseado y al mirar el espejo el reflejo del mismo plasmaba una edad que me hacía sentir mas viejo. En fin, nada nuevo, ya que cada vez que me miro al espejo me veo un poco mas viejo que el día anterior. Como siempre digo ¡Cosas de la edad!.

He dejado el coche en casa, y me he ido dando un tranquilo y relajante paseo hasta el trabajo. Las calles estaban más lúgubres que de costumbre, aun que, bien es cierto, que esa es una percepción que noto cada vez que llega mi odiado otoño.

Al llegar al trabajo las llaves no entraban en la cerradura y, de forma extraña, la calle se cerraba sobre mí como si me quisiera atrapar. Eso me hizo inquietarme y rápidamente lo achaqué a los vértigos matutinos que sentí al despertarme. No hay que preocuparse, me dije, como si me quisiera reñir a mí mismo, e intenté relajarme inmediatamente después. 

Decidí esperar a los compañeros de trabajo para que ellos me abrieran, así que encaminé mis pasos hacia el bar de la esquina para tomar un café. Manolo, como ya me conoce, no hace falta que le diga que café me apetece. Pero si observé que esta mañana no me dijo nada y que, además, no me ponía mi habitual americano con azúcar. Intuí que estaba enfrascado en sus cosas. 


En el bar estábamos los de siempre, el inspector que se detuvo a sí mismo, el estilista capilar, los repartidores de ilusiones... Sobre el mostrador se encontraba - como todos los días - la prensa de la mañana. En esta ocasión abierta por la sección de esquelas. Escuché cómo unos clientes hablaban sobre el nombre que aparecía en la misma, que al parecer era un cliente habitual de bar. Como nos conocíamos casi todos los de la primera hora de la mañana pregunté , mas no obtuve respuesta. Me acerqué personalmente a ver las esquelas y lo que vi fue mi propio nombre. Con una esquela que decía: “Tus Familiares, Amigos, y compañeros no te olvidaremos”

Asustado grité, pero nadie me escuchaba. Intenté tocar a los clientes para decirles que yo estaba allí, que la esquela era falsa y que seria un error de la prensa, pero nadie me hizo caso. 

Una extraña sensación me invitaba a encaminar mis pasos hacia el tanatorio – como si algo o alguien me dijera que allí estaba la explicación-. Al llegar, en la sala dos estaba toda mi familia y un libro de visitas invitaba a los asistentes a dejar su firmar de forma testimonial para recordar lo que fui.

Entre en la sala y tras el cristal vi un ataúd. Varias coronas decoraban el féretro y se podían leer varios mensajes de amistad en sus cintas de raso. Me asomé y en su interior estaba mi cuerpo, difunto, frío e inerte. 

Mire con cierta añoranza, nostalgia y cariño a toda mi familia. Besé a cada uno de ellos y atravesé el cristal como un ser etéreo, tenue y ligero... me acosté en el féretro y espere lo inevitable.

Creo que hoy no volverá a sonar el despertador de la mañana.

Dicen que cuando uno muere, su alma intenta mantener la rutina de todos los días, hasta que uno mismo se da cuenta de que ya no forma parte de este mundo. Hoy me he dado cuenta que esa teoría es cierta. Qué pena que no lo pueda demostrar ¿O sí?


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Fdo: Fernando Sierra Elías

viernes, 17 de octubre de 2014

Leyenda del pozo "Las Cadenas" de Almendralejo

En otras ocasiones he aludido al mágico influjo que tienen los pozos en Extremadura y por ende en Almendralejo. Muertes , suicidios, asesinatos y otras macabras historias se han producido cerca de estos. A la lúgubre historia de los años 20 del crimen del pozo Airón hay que añadir otras leyendas, como la ocurrida en el Pozo de las Cadenas. Un pozo que servia de aljibe y que tras almacenar el agua , esta era enviada al Pilar para que las bestias abrevaran en el agua cristalina.

Pozo Las Cadenas (Foto Cedida)
Unos ciudadanos cuentan que este pozo se encontraba en la Avenida de la Paz, en el curso de lo que antaño era un riachuelo que provenía de las aguas que llegaban del camino de Villafranca. Otros apuntan a que el mismo se encontraba en los aledaños de la Alberca Vieja y algunos más dicen conocer de su existencia pero no aciertan a ubicarlo en nuestra ciudad. Lo que sí es cierto es que sobre él versan varias historias de suicidios, y hoy nos vamos a quedar con una de ellas.

Para ello nos tenemos que ubicar en plena Guerra Civil Española. Si me permiten no concreto el año. Digamos que estamos entre 1936 y 1939, inicio y fin de la contienda nacional. Según he podido saber era norma habitual que de uno u otro bando ciudadanos de a pie delataran a otros vecinos para que posteriormente fueran detenidos y en algunos casos fusilados. Unos lo hacían por ideologías políticas fueran del bando nacional o republicano, y otros aprovechaban esta deshonrosa circunstancia para vengar viejas rencillas familiares.

Estando en esa época, un ciudadano que llamaremos Onofre, delató a un conciudadano que en su momento había estado enamorado de su actual esposa. De esta forma nuestro protagonista consiguió ver a ese hombre entre rejas y consumar una venganza sola y exclusivamente por celos. Tras la detención -por causas ideológicas adujeron en aquellos entonces-, Onofre empezó a sentir arrepentimientos y a tener malos augurios y presentimientos. Así, tras varios días sin conciliar el sueño, encamino sus pasos hacia la cárcel del lugar para explicar que todo había sido una broma de mal gusto. Pero al llegar, el detenido había sido trasladado a otra ciudad y nunca mas se supo de él.

Aquel episodio marcó para siempre a Onofre, que no dejaba de soñar una y otra vez con su mala acción y con la consecuencia de la misma.

Tras varios años y una vez acabada la contienda, su esposa falleció de una terrible enfermedad. Fueron meses de dolor y angustia hasta que llegó aquel fatídico día. Ese hecho acabo hundiendo irremisiblemente a Onofre en la más absoluta de las depresiones imaginables. 

Una fría mañana del mes de noviembre, al volver de su trabajo y tras haber tomado el medio litro en el bodegón que le cogía de camino, decidió poner fin a sus días. Aquel día pidió otro medio litro , puso la caña en la botella y se armo de valor. Al llegar al pozo miro a la izquierda, después a la derecha y no vio a nadie, tomo impulso y salto al fondo del aljibe. 

Su única hija, que estaba en ese preciso momento en casa, ajena a lo que estaba sucediendo, entro en trance. Los familiares que a acompañaban se asustaron ya que empezó a hablar con una voz que no era la suya. Mientan intentaban calmarla escuchaban como gritaba y hacía aspavientos con las manos, como si quisiera gatear por una pared imaginaria. Mientras explicaba en voz alta todo lo ocurrido años antes por parte de su padre mientras decía la frase “me ahogo, me ahogo”. Los familiares intentaron reanimarla viendo el sudor y las convulsiones que ésta sufría. Tras varios e intensos minutos, la joven se relajó y con tono sereno dijo “ Mi padre se ha tirado al Pozo las Cadenas”, después entro en un sueño profundo y su cuerpo se calmó paulatinamente. 

Los familiares no entendían nada, pero asustados fueron al pozo que la hija comentó, encontrando efectivamente sin vida el cuerpo de Onofre con claras señales en las uñas de haber intentado gatear por las resbaladizas paredes del pozo de las Cadenas.

Hubo más casos en los años 50 /60. Un señor apodado Pintalauva también cayó a las aguas del pozo Las Cadenas, falleciendo por ahogamiento. No sabemos si fue un suicido o una caída involuntaria. Lo cierto es que son muchos los que por un motivo u otro decidieron poner el punto y final a sus días en el pozo de LAS CADENAS. 

Cuentan las lenguas del lugar que llegando el día de los difuntos se oyen voces en los aledaños del pozo de Las Cadenas. Dicen que son las almas atormentadas intentando salir de su interior.


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Fdo: Fernando Sierra Elías