martes, 24 de junio de 2014

Quién le hizo el amor aquella calurosa noche de agosto

A finales de los años setenta y principios de los ochenta, se iniciaba entre los jóvenes de la época el fenómeno denominado el botellón. Algunos, a nivel local,  lo llamábamos “ginebrá” y otros “la beba”, lo cierto es que cientos de jóvenes se daban cita en los aledaños de la estación de tren para disfrutar de la noche del sábado. Algún tiempo después se trasladó a la Plaza del Vendimiador, años más tarde al Parque de las Mercedes y por último en el actual recinto ferial.



Hace unos años, una joven que asistía a una de estas fiestas  tuvo una experiencia que, por la forma de contármelo, me atrevo a asegurar que  no la olvidará jamás.

Era una de esas calurosas noches del estío Almendralejense y los jóvenes se habían dado cita como tantos sábados en el Parque de las Mercedes. Con sus bolsas a cuestas, habían tomado posiciones en la escalera de acceso y colocado su improvisado y  particular  parcela de diversión.

Estando en ello, se les acerco un hombre de mediana edad. Portaba una botella de J&B reserva de 12 años, y al parecer conocía a una de los chavales de la reunión. Este hombre, que llamaremos “J”, no dejó de mirar ni un solo segundo las largas y llamativas   piernas de la una de las chicas. Esta a su vez se sintió atraída por el hombre maduro. La chica, que llamaremos “K”, no perdía detalle de la llamativa  barba de tres días de este extraño, de la extensa y a la vez canosa  coleta, y la voz profunda y fuerte del hombre, que daba firmeza  a cualquiera de las conversaciones que mantenían.

La chica se le acercó y, de forma insinuante, le pidió si la podía acercar a casa. Mientras lo expresaba, se rozaba sugerentemente los labios con el dedo pulgar. Al mismo tiempo,  le decía sin apartar sus ojos  de los de él, que se había dejado la barra de labios -rojo intenso- en la habitación de su dormitorio. El hombre, ávido de deseo,  sacó las llaves de su vehículo -un llamativo deportivo de la época- e instó a la joven a que le siguiera.

Una vez en el vehículo, la joven le propuso primero que dieran una vuelta por el camino de “Los Malosvino”, anexo al parque de las Mercedes. A un par de kilómetros de la ciudad, pararon. Ella aproximó lentamente sus labios a los labios del  varón y lo beso con ardor y pasión inusitada. El hombre reaccionó, acariciando cada una de las partes del joven cuerpo de la chica. Tras hacer intensamente el  amor a la luz de la luna del mes de  agosto, el hombre salió del vehículo. Era,  como si necesitara respirar tras el esfuerzo realizado.

Al cabo de unos minutos, y al ver que tardaba en volver,  la joven, preocupada, empezó a llamarlo sin obtener respuesta. Decidió salir del coche y, al llegar a la parte trasera del vehículo, encontró al individuo con una fuerte traumatismo en la cabeza y  bañado en un charco de su propia sangre. 

Aterrorizada, empezó a gritar y pedir ayuda, pero  la inmensidad de la noche apagaba su desconsuelo. Estaba sola frente a la víctima. Un fuerte dolor en el pecho se apodero de ella y calló desmayada al suelo.

Al despertar, todos sus amigos estaban alrededor de ella en la escalera del parque de las Mercedes intentando reanimarla . Al parecer- le comentaron- había sufrido un desmayo, quizás debido al calor sofocante de la noche unido a la ingesta de alcohol. Ella, agobiada, preguntó por el hombre que la acompañó a su casa. Los compañeros extrañados, le expresaron que ella no se había movido del lugar en ningún momento.

Al llegar a casa, y con el miedo aún a flor de piel por lo ocurrido, entró  en su habitación y se desnudó.  Mientas mentalmente empezaba a asumir que lo ocurrido era por efectos del alcohol, procedió a vaciar el contenido del bolso en la colcha de la cama. Entre sus enseres  encontró una vieja cartera . Era la de J, con sus documentos, DNI y carné de conducir además de 10000 pesetas. Aquella noche no pudo conciliar el sueño.

Al lunes siguiente decidió entregar la cartera en la comisaría de policía . Allí le preguntaron que donde la había encontrado. Ella –para no ser tomada por loca – comentó que  en un parque de la ciudad. El policía, tras agradecer el gesto de la chica- procedió a introducir  los datos del DNI en el ordenador . Descubriendo que el propietario de la cartera había fallecido cinco  años atrás. Así, según marca la ley, decidieron  entregar en propiedad la cartera de J.


Nuestra amiga, está actualmente casada, tiene un hijo de 15 años y no pasa un solo día sin preguntarse cómo llegó aquella cartera a su bolso y quién fue aquel desconocido que la amó aquella calurosa noche de agosto.

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Fdo: Fernando Sierra Elias

viernes, 13 de junio de 2014

LA EXTRAÑA PREMONICIÓN SOBRE LA MUERTE DE MI AMIGO CESÁREO

Esta noche he tenido un sueño en el que aparecía mi viejo amigo Cesáreo María Delgado, alias ‘El Gordo’. Un hombre al que, en honor a la verdad, nunca le acompañó su apellido, debido a su voluminoso cuerpo. Ambos nos conocimos en el Instituto Santiago Apóstol de Almendralejo. Él estudiaba mecánica del automóvil y yo Electrónica de Telecomunicaciones.

Casi todos los días,  en el transcurso del recreo,  intercambiábamos nuestro cigarrillos. El fumaba “Habanos” un tabaco negro de gran intensidad,  mientras yo me inclinaba por el  rubio “Fortuna”. Lo cierto es que, durante ese ratito, nos sentábamos en su antiguo SEAT 600 mientras cada uno fumaba el tabaco del otro. En fin, una forma diferente de pasar esa media hora de asueto mientras divagábamos sobre nuestro futuro y sobre la chica que el curso anterior dejó tocado el corazón de Cesáreo.


Bueno, volvamos al sueño. En el mismo me desplazaba  a su taller, ubicado en una conocida calle de Almendralejo, para ver un extraño ruido que salía del motor de mi viejo Ford. Cesáreo, con la profesionalidad que le caracteriza,  levantó el capó y observó detenidamente el interior del  vehículo. Posteriormente, lo colocó en el elevador hidráulico para ver la parte baja del mismo. Mientras el coche ascendía, algo me llamó la atención, pero sólo me atreví a observar detenidamente sin comentar nada a los mecánicos del lugar. Cesáreo se colocó  bajo el coche, lo escudriñó, y de repente, sin saber el motivo, el elevador falló y el coche cayó sobre él, aplastando su frágil cuerpo sobre el duro suelo.

En ese preciso instante, es cuando un sobresalto me despertó de mi terrible pesadilla.

Todavía con la mala sensación del sueño en el cuerpo, me afeité, me aseé y  encaminé mis pasos al trabajo. Tengo la costumbre de tomar un café antes de entrar en la radio, así que me detuve como es habitual en el bar de José. Ojeando la prensa diaria pude leer en la página 12 un suceso premonitorio relativo a mi sueño. Entonces, la ansiedad se apoderó de mí. El titular decía: “Accidente laboral en Almendralejo.  Cesáreo Delgado falleció ayer al caerle el vehículo que estaba reparando”

De repente, me volví a despertar, y respiré muy hondo. ¡Uff! qué alivio... Todo había sido una pesadilla dentro de otra pesadilla.

Lo más inquietante y  turbador, es que ahora  sí me he despertado de verdad y no me encuentro ni en casa ni en el trabajo. Estoy en el tanatorio acompañado de  unos cuantos compañeros  del instituto velando el cuerpo de nuestro amigo común,  el mecánico Cesáreo María Delgado, alias “El Gordo”. 


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Fdo: Fernando Sierra Elías 


miércoles, 4 de junio de 2014

EL FANTASMA DE LA OJE DE ALMENDRALEJO

A mediados de los años setenta, en lo que hoy es la travesía de la Calle Mérida ¾ entre el actual edificio del OAR y el Ayuntamiento ¾  se alzaba el conocido local de la O.J.E., cuyas siglas significaban Organización Juvenil Española. Esta organización fue creada en 1960 durante la dictadura Franquista.  Era un lugar de encuentro para los jóvenes de la época en un tiempo en que las discotecas, bares y pubs brillaban por su ausencia.



Tras la entrada principal, los jóvenes teníamos  una zona diáfana con luces de colores, una barra-bar, y un tocadiscos para disfrutar de las  canciones de la época. Tras este salón estaba la cancha multidisciplinar ¾actualmente es una travesía transitada por vehículos ¾. En esa cancha se  jugaba al fútbol sala, también había magníficos jugadores de tenis- José Cadaval, Manolo Castillo o José Molina-  aún que otros como yo nos inclinábamos más por el  baloncesto.

Curiosamente, cada vez que finalizábamos un encuentro, al llegar a los vestuarios,  todas nuestras cosas estaban cambiadas de sitio. Nosotros siempre bromeábamos con la  posible presencia de un fantasma juguetón que al parecer era el responsable de que tanto las bolsas de deportes como la ropa de competición  fuera cambiada de lugar.

Aquel caluroso fin de semana  nos enfrentábamos el equipo del Instituto Laboral ¾Hoy Santiago Apóstol ¾ y el equipo de la OJE . Nuestra selección estaba  al completo y además contábamos con nuestro mejor jugador... Alfredo, un Ala Pívot que ya en aquella época anotaba  canastas  de tres puntos cuando aún no existía a línea de 6.25. Esa tarde el partido transcurría como cualquier otro .

 Lo que  ahora son los bancales de la pared del ayuntamiento eran las gradas de la época, donde el público se sentaba a ver los partidos. Aquella tarde, además del partido iban a ver otra cosa. Cuando faltaban unos 10 minutos para el final del encuentro, nuestro alero pívot , Alfredo, se sintió indispuesto y cayó  fulminado al duro suelo de la cancha. Todos los jugadores nos quedamos sin saber que hacer ... inmóviles. Cuando llegó la ambulancia ¾un antiguo seat 1430 modificado para la sanidad de la época ¾ trasladó al joven al hospital Nuestra Señora del Pilar o Casa de Socorro como se la  conocía antes.

Tras varios días de incertidumbre por la salud de nuestro compañero, Alfredo mejoró. Ya de nuevo en la OJE,  éste insistía una y otra vez que gracias al fantasma de la OJE, él estaba vivo. Matizaba siempre que durante su pérdida de conocimiento de aquel día,  vio una luz y a alguien que le susurraba tranquilizándolo. Decía  que era un chaval vestido con una extraña ropa deportiva y que le dijo se serenara ya que sabía como actuar en situaciones  como esta. Siempre mantuvo que, hasta que llegó la ambulancia, este fantasma le conservó el hilo de  vida, que supuso su posterior recuperación.

Escudo de la O.J.E.
Con el paso del tiempo la OJE,  como tantos otros edificios de la época,  desapareció, y con  las obras de remodelación del centro de Almendralejo a mediados de los años noventa, se convirtió en un vial más de la ciudad.
  
Algunos dicen que el fantasma de la OJE , aún se mueve por la zona.   Incluso algunos chavales aseguran que sobre las 12 de la noche, al pasar por la travesía, se le ha acercado un joven vestido con ropa deportiva. Éste les pregunta la hora y cuando se la dices te mira a los ojos y  responde:  - “ es la hora de mi muerte...”. Después se desvanece como el humo de un cigarro. Se hace un silencio y, posteriormente,  se retoma el monótono sonido de las aguas de los jardines de Santa Clara.


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Fdo: Fernando Sierra Elías